Ver renacer y crecer la semilla de la Pachamama es un gran gusto para Belitza Vásquez, ella junto a su familia son un vivo ejemplo de producción comunal, sumidos todos en la idea de ver una patria floreciente.
Para ellos, la tarea de producción arrancó desde hace cinco años, con la Misión AgroVenezuela en el 2011, su patio se encuentra ubicado específicamente en el sector Zanjón Colorado, parroquia José Gregorio Bastidas del municipio Palavecino, como una alternativa para plantar las semillas de aquellos frutos y hortalizas que comían a diario.
Vásquez, al contar su maravillosa historia con el mejor de los ánimos, pudo expresar que en la actualidad su proyecto se consolidó como una Unidad de Producción Familiar (UPF), que suma con su trabajo a los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP).
Sin embargo, relató que los inicios fueron severos, tenían que diseñar un modelo sin dependencia de los insumos agrícolas tradicionalmente utilizados para la siembra, para que estos a su vez, no tuvieran dependencia del mercado capitalista.
Poco a poco esquematizaron y desarrollaron una técnica de producción orgánica, en este caso la lombricultura fue indispensable para el abono de unos 200 metros cuadrados del patio productivo. De allí que las lombrices se convirtieron en sus nuevos visitantes e integrantes de la casa.
Belitza explicó que la lombricultura es una práctica agrícola en la que estas especies a través de su digestión de desechos orgánicos mejoran las propiedades químicas y físicas de los suelos, es decir la permeabilidad, retención de humedad o el intercambio catiónico.
Para las semillas, el grupo familiar las extraen de aquellos frutos con mejores características fenotípicas, por ejemplo de los rozagantes pimentones, tomates y ajíes que son picados y sus semillas extraídas y secadas al sol, luego son escarificadas y sembradas.
En el mercado capitalista un sobre de 10 gramos de semilla de hortalizas oscila entre 20 y 25 mil bolívares, además son simientes contaminadas con el veneno de las trasnacionales.
Con los insumos completos para la siembra y el conocimiento del manejo agronómico, este importante núcleo de desarrollo endógeno de carácter familiar, impulsa el Motor Agroalimentario de la Gran Misión Abastecimiento Soberano; desde su esfuerzo y el auto suministro de sus materiales, permiten llevar frutas y verduras a sus vecinos semanalmente.
ALIMENTOS SANOS E INSUMOS BIOLÓGICOS DIRECTO A LOS CLAP
Ají, cilantro, pimentón, acelga, lechosa, aguacate, cebolla en rama, estevia y moringa deshidratada, son los rubros que lleva la familia de Belitza Vásquez a los mercados que organizan una jornada productiva de los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución del municipio Palavecino.
Desde hace 11 sábados, en la cancha de la Ceiba, es el lugar al que acuden los integrantes de los actuales CLAP, en donde Belitza participa, por lo menos, con entre 100 y 150 kilos semanales de la cosecha que provee su núcleo endógeno.
Del trabajo en conjunto con las lombrices también ensacan 500 kilogramos de humus sólido y envasan 200 litros de humus líquido que van directo al mismo espacio de intercambio comercial a precios solidarios.
PROMOTORES DEL CONSUMO DE LA ESTEVIA
“Tenemos que disminuir el consumo de azúcar blanco porque es nocivo para la salud, para eso nosotros lo hemos sustituido por endulzantes naturales como la estevia”, así lo precisó Belitza Vásquez.
En su faenar la familia Vásquez ha desarrollado el cultivo de la estevia, sus hojas aprovisionan el dulzor natural necesario para las bebidas y el café de las mañanas.
Los estudios sobre esta planta han llevado a esta Unidad de Producción a mejorar la técnica para su consumo y masificación. Sus hojas son deshidratas y consumidas en bajas dosis, pues estas poseen 300 veces el dulzor del azúcar.
Los extractos de glucósidos de steviol también son ofertados en pequeñas presentaciones los sábados en la jornada productiva de los CLAP en la Plaza La Ceiba de Cabudare.