Una singular y grata manera de repasar la historia de Cuba puede ser a través de la poesía. A numerosos bardos les ha servido la isla de inspiración, y no solo a aquellos nacidos en la mayor de las Antillas.
Ahora es Cuba
Un suceso tan lejano y doloroso como el encuentro entre las culturas europea y nativo americano fue la excusa de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, o simplemente Pablo Neruda, para escribir el poema Ahora es Cuba. Perteneciente a la obra Canto General (1950), en la parte titulada Los Conquistadores narra en versos el chileno prodigioso el saqueo al que los españoles sometieran a la isla. El exterminio de casi toda su población aborigen y la depredación de la mayor parte de sus riquezas sellaron los inicios traumatizados de la historia «civilizada» de Cuba y también la de su continente.
Ahora es Cuba
y luego fue la sangre y la ceniza.
Después quedaron las palmeras solas.
Cuba, mi amor, te amarraron al potro,
te cortaron la cara,
te apartaron las piernas de oro pálido,
te rompieron el sexo de granada,
te atravesaron con cuchillos,
te dividieron, te quemaron.
Por los valles de la dulzura
bajaron los exterminadores,
y en los altos mogotes, la cimera
de tus hijos se perdió en la niebla,
pero allí fueron alcanzados
uno a uno hasta morir,
despedazados en el tormento
sin su tierra tibia de flores
que huía bajo sus plantas.
Cuba, mi amor, qué escalofrío
te sacudió de espuma la espuma,
hasta que te hiciste pureza,
soledad, silencio, espesura,
y los huesitos de tus hijos
se disputaron los cangrejos.
Cuba dentro de un piano
Fue una década convulsa la del 30 del siglo pasado para Cuba. Lograda una independencia que lo fue solo a medias debido al «tutelaje» de Estados Unidos, los cubanos eran más víctimas que beneficiarios de la política del «Buen Vecino«.
Desde 1933, el embajador estadounidense Sumner Welles instigaba contra las fuerzas progresistas de Cuba, preparó el terreno para un golpe de Estado mientras se encargaba de recordar que la intervención militar norteamericana era más que una amenaza gracias a la presencia de buques de guerra que rodeaban a la isla.
Entre tratados de reciprocidad nada recíprocos, la asignación de cuotas fijas de importación para los principales abastecedores de azúcar del mercado estadounidense y un terrible estancamiento de la economía nacional, se demostró más que nunca la dañina dependencia de Cuba de los estados del Norte.
Desapercibidas no pasaron las señales, ni siquiera para los poetas. Uno de los ilustres de la Generación del 27, Rafael Alberti, escribió entonces un poema de título musical y triste verdad.
«En 1935, indignado ante el avance imperialista yanqui», diría Alberti años después, nació:
Cuba dentro de un piano
Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aún era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanta venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero…
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después…
fue cuando al SÍ lo hicieron YES.
Black and white
En la década del 20 otro poeta foráneo había notado en Cuba las desiguales realidades que para unas y otras personas reservaba la sociedad. Un acalorado y conmocionado Vladimir Maiakovski no desentrañaría nada futurista en La Habana, sino que describiría con sensible transparencia las diferencias entre blancos y negros de la capital antillana.
Muchas cosas del caribe le resultaron exóticas al escritor ruso. Con un calor «insufrible», alabando la potencia de la lluvia tropical y sin poder reconocer un aguacate, Maiakovski, no obstante, entendió a primera vista la inhumana división entre ricos y pobres, entre blancos y negros.
Inspirado su título en un whisky, cuyo destino parecía ser el contrabando desde Cuba hacia Estados Unidos, escribió Maiakovski sobre las terribles divisiones de la sociedad cubana.
Black and white
Si a La Habana
se la mira desde lejos,
es un paraíso,
un país como se debe.
Bajo las palmas,
en los lagos,
están los flamencos
en un solo pie.
Florecen colores
por todo El Vedado.
En La Habana
todo está dividido:
a los blancos,
dólares;
a los negros,
nada.
Por eso,
Willie
está con el cepillo en la puerta,
en la puerta
de Henry Kley and Broock Limited.
Willie,
en su vida
limpió mucho polvo,
todo un bosque.
Por eso,
Willie
tiene ya poco pelo,
por eso,
Willie
tiene el vientre hundido.
Muy pocas son sus alegrías.
Seis horas para el sueño,
y listo.
Si no,
el inspector de impuestos del puerto
le quita una moneda al pobre negro.
¿Acaso se pueden salvar de esta mugre?
Únicamente si caminaran con la cabeza
juntarían más barro.
Los pelos son mil
y los pies,
sólo dos.
Aquella vez,
pasaba
por la vistosa calle Prado.
Suena y se enciende
el jazz.
Parece,
de veras,
que es un paraíso
La Habana.
Pero el cerebro de Willie
tiene poca siembra,
pocas circunvoluciones.
Lo único que aprendió Willie,
más firme que las piedras del monumento a Maceo, es:
«El blanco
como piña madura,
el negro,
piña podrida.
El blanco
hace trabajo blanco.
El negro,
trabajo negro.»
Pocos problemas a Willie
le metieron en la cabeza,
pero uno de ellos
era el más grave de todos.
Y cuando este problema
empezó a horadar la mente de Willie,
el cepillo
caía de sus manos.
Y como a propósito,
en un momento así,
se acercó hacia él
el rey de los cigarros,
Henry Kley.
Llegó más blanco
que una nube.
el más solemne de los reyes
el rey del azúcar blanco.
El negro
se acercó a la mole blanca y le dijo:
«I beg your pardon, mister Bregg:
¿Por qué el azúcar
blanco-blanco
lo debe hacer
el negro-negro?
El cigarro negro
no le queda bien a usted
Le quedaría mejor
a un negro
de piel negra.
Y si usted
gusta del café con azúcar,
haga el favor
de prepararlo solo.»
La pregunta tiene sus consecuencias.
El rey,
de blanco se vuelve amarillo.
Se da vuelta el rey
y de un golpe
le arrojó los guantes.
Florecían alrededor
los prodigios de la botánica.
Los plátanos
tejían su verde red.
Se limpió el negro,
en sus pantalones blancos,
las manos
y la sangre de la nariz.
Rezongó el negro,
con ojos de fuego,
levantó el cepillo,
con una mano,
y se fue.
¿De dónde podía saber el negro
que con esa pregunta
debía dirigirse a la lejana ciudad de Moscú?
IVETTE FERNÁNDEZ
CIUDAD BQTO