Al pensar en tecnología uno puede erróneamente pensar en un súper laboratorio con una gran cantidad de aparatos y herramientas técnicas. Lo mismo puede pasar al pensar en un inventor, fácilmente se puede tener una visión preconcebida de un señor con bata blanca con ojos desorbitados y con hábitos excéntricos.
Nada más lejos de esta visión, que la que nos ofrece el señor Francisco José Bastidas, un señor de 83 años, lucido, alegre y conversador en su intimidad; muy a pesar de no haber podido estudiar y de no saber leer ni escribir, Bastidas es un inventor y tecnólogo popular que en su haber posee invenciones como la máquina cortadora de tostones eléctrica, un abridor de cocos, una amasadora para hacer pasteles, el auto giro y una maquina desgranadora de mazorcas de maíz que proporciona masa lista para hacer cachapas, este último lo hizo merecedor de un premio y de un incentivo en moneda nacional.
El caserío La Montaña del municipio Palavecino en el estado Lara, ubicado aproximadamente a 13 kilómetros de Cabudare y a 13 kilómetros de Barquisimeto, nació Francisco José Bastidas, un 19 de enero de 1934; hijo de un matrimonio de agricultores donde convivio con 13 hermanos. Francisco reconoce no haber tenido el amor por la tierra que su padre hubiese querido ´lo mío siempre fue inventar´.
Queda sin madre a escasos 11 años y desde ese entonces se dedica a trabajar con su padre, a raíz de un accidente con una estaca de úbeda, decide viajar a Barquisimeto a probar suerte con un cuñado en un taller mecánico, donde lavaba tornillos; luego la vida lo conduce a un lavado de automóviles, pero no logró encajar, siendo tan joven no soportaba los horarios y las largas jornadas de trabajo bajo el sol inclemente.
De regreso en el taller mecánico y gracias a su astucia, curiosidad y constancia, aprende bien el oficio que lo ayuda más adelante a levantar una familia de cuatro hijos 2 hembras y 2 varones, ´estudiados todos a Dios gracias´.
En su taller mecánico Francisco pone su imaginación a volar, ya en su calendario pasaban las cuarenta primaveras: “desde que tengo uso de memoria me veo mirando al cielo maravillado del vuelo de los pájaros”. En sus tiempos libres se dirigía en autobús o a pie al aeropuerto a esperar que llegara algún avión: ´a veces perdía el tiempo, me encaramaba en un cují con unos larga vista y no llegaba ni un avión´.
Los amigos más cercanos a los cuales Bastidas le confesaba sus deseos de volar y de hacer un aparato que lo ayudara a realizar su sueño, se reían de él: “me decían que estaba loco, y es de entender, como iban a saber que yo sin saber leer ni escribir tuviera la capacidad de crear mi helicóptero”. dice refiriéndose a la réplica que elaborara de un autogiro que vio por televisión.
El autogiro es una nave muy especial. Su forma de vuelo es parecida a la del helicóptero, pero no es un helicóptero. Tampoco es un avión, pues el ala fija se reemplaza por un ala rotatoria y carece de uno de los elementos de control de los aviones, el alerón.
El señor Francisco Bastidas se empeñó en realizar su propio “autogiro” solo con sus conocimientos empíricos de mecánica y con la mente y el corazón lleno de ilusiones, la meta se hizo realidad no sin antes encontrarse con algunas dificultades en el camino: “probando el motor, se activó la hélice y me golpeo en el brazo izquierdo y la frente, tengo más de 160 puntos de sutura”.
Pero estas lesiones no lo detuvieron y, amarrado cual papagayo, con una guaya de un carro, lo halaba el mayor de sus nietos y lo mantenía seguro del suelo: “cuando logré despegar ese aparato del suelo el primer metro, me sentí en el paraíso, y no me detuve hasta alcanzar los 80 metros de altura”, las pruebas de vuelo duraron aproximadamente un mes y medio, en cada prueba la altura crecía hasta que alcanzó su altura máxima.
Duró más de 3 años fabricando el autogiro el cual vio por primera vez en una entrevista televisada, inventado por el ingeniero español Juan de la Cierva en 1923.
Bastidas, es un tecnólogo popular galardonado con el primer premio del “Salón de Innovadores Luis Zambrano”, Premio Nacional a la Inventiva Tecnológica Popular, lo cual le sirvió para obtener, además del apoyo del gobierno nacional, un incentivo de 20 millones de bolívares, por la invención de una desgranadora de maíz, asignación que serviría para la construcción de cinco prototipos de esta novedosa máquina y los cuales utilizó para comprar unas herramientas que necesitaba (torno, máquina de soldar, cortadora).
Con la mirada un poco triste Bastidas confiesa no haber encontrado en su descendencia cercana a nadie que comparta su amor por la invención, pero no pierde la esperanza que las nuevas generaciones de bisnietos se reconozcan en lo grandioso que es crear algo nuevo que mejore la calidad de vida de las personas.
Dentro de su anecdotario Bastidas cuenta con mucho entusiasmo su encuentro con el presidente Chávez y recuerda con una gran sonrisa que el Comandante Chávez vio su máquina de desgranar mazorcas: “me dijo, esta máquina le hubiese gustado a mi vieja”, refiriéndose a su abuela Rosa Inés.
“El presidente Chávez me dijo que él me iba a visitar y me quede esperándolo, la muerte no se lo permitió” recuerda y la voz se le entrecorta.
Aunque no sabe leer, sabe muy bien el lugar en su premio donde lo reconocen y lo alagan y suele pedirles a sus visitantes que se lo lean: “A su dedicación y constancia como creador y buscador de respuestas en la naturaleza como buen tecnólogo popular, maestro del ingenio ofreciendo a su país un digno ejemplo del poder creador del pueblo venezolano”.
“No tengo mucho que decir, pero mi recomendación a los jóvenes es que estudien y se pongan a inventar cosas ¡a cosa buena es inventar!”
YULERMIS MIRELES
CIUDADBQTO